jueves, 11 de octubre de 2018

bliss

love swirls in clouds through ecstasy
calming harps make their way in the sky
a beautiful sunset arises
and explodes into colorful bliss

it is nothing special nor a fantasy
it is all around, you can sabor it
but it’s easy to get lost in everything
all the pain takes a toll out of bliss

but life is still somehow a miracle
as twisted and cursed as it may seem
to experience all these interesting things
and to learn how to love is bliss




martes, 9 de octubre de 2018

an open wound 
reveals my flesh
I swirl and turl
as I make my way
through the the love and the pain
and this emptyness
I see nothing at all
yet I hope

all the fears all the doubts
all the tears I shed
shelter me in this mantle
of nothingness
my skin is torn from all the hussling
with this truth 
I worked so hard 
to deny

and molten lava skies
fall over me fall over me
as my whole world collapses
all over me all over me

but ain’t life a gift?
ain’t life a sin?

and beautiful molten lava skies
fall over me, fall over me
as my world fades away
into nothingness

I breathe

jueves, 5 de marzo de 2015

Espuma de mar

Cuando un universo termina, estalla en mil realidades.


Lía soltó su cabello en el cual se veían las olas del mar. Se dejó perder en cada abismo y cada claroscuro. Luz tenue iluminada su cuerpo desnudo apenas cubierto por un camisón blanco abierto hasta la espalda. Se quedó ahí, sentada, escuchando los sonidos de los espíritus. Cerró los ojos y sintió sus brazos. El choque eléctrico con su piel la hizo respirar más profundamente. Podía sentir como poco a poco su energía se iba expandiendo y contrayendo con el armonioso toque y con su propia respiración, que fue creciendo, más profunda, más regular, más seguida. Se levantó de golpe al ritmo de la música y empezó a mover sus caderas de un lado a otro, aun acariciando sus brazos, acariciando su torso, disfrutando la suave sensación de su cabello rozando su espalda, el toque frío de su piel húmeda y enchinada. Comenzó a dar pasos, izquierda, derecha, levantó sus manos cruzando los brazos y expandiendo su torso, se deshizo de su camisón y se siguió meciendo rítmicamente en un tono integrado de frecuencias y ondas de movimiento y sonido que se difuminaban con el aire.

Respiraba y sentía cómo la fricción interna de sus huesos y músculos generaban un calor que contrastaba con la fría y lluviosa tarde de invierno. La luz blanca de los días nublados le daban una apariencia sobrenatural a la escena, con movimientos tan sutiles, tan cargados de sentimiento, que la hacían parecer otro espíritu más generando música con su cuerpo. Su corazón comenzó a palpitar al compás y sintió cómo de su columna se lanzó un chispazo de energía hasta la punta de su cabeza, expandiéndose desde su sexo hasta la coronilla. Y siguió danzando, y siguió respirando, y siguió sintiendo el latir de su corazón y la energía vital que nacía en ella.

La imagen se tornó borrosa cuando un torrente constante de energía se cicló en todo su cuerpo, desde los pies hasta el cabello: eran olas de mar fluyendo en su constante vaivén, era un torbellino de energía divina sacudiendo cada molécula de su cuerpo, vibrando desde su centro y expandiéndose por el cuarto entero. Lía se tornó aire y se volvió fuego, se volvió carne y planta y tiempo hasta que un capullo floreció internamente en ella. Se quedó ahí, con los brazos sueltos a sus costados, con la espalda inclinada hacia atrás en una postura contorsionada, sintiendo ese calor intenso en toda su columna, músculos y ligamentos.


Su sangre palpita, su frente suda, sus ojos cerrados, se desploma en el vacío hasta convertirse en la espuma del mar que acaricia la arena gris de una noche difuminada.


Lía Respira.

*Pintura a la acuarela por Carlos Don (Atl), derechos reservados.


14/02/2015

De – i.


*Se recomienda escuchar:


Se desnudó frente al espejo. Completo.

Su cuerpo a la luz media de la tarde asemejaba un paisaje rugoso y frío como una montaña nevada que formaba relieves de sus cicatrices, mismas que tanto orgullo le habían causado y ahora sólo traían vergüenza, dolor. Si quizá fuera normal… tachó ese pensamiento de su mente. No podría ser de ninguna otra forma. Se abrazó a sí mismo con los ojos cerrados, sus uñas enterradas cada vez más profundo en sus hombros. Se fue desnudando la piel, observando su sangre recorrerle densa y espesa como cuerdas graves de un melancólico violín. Se desnudó los órganos, uno por uno, sin olvidar sus genitales, se desnudó el corazón y lo tomó entre sus manos… y apretó. Apretó in pensarlo, apretó con tal de sentir algo. Lágrimas escapaban sus ojos, sangre recorría su espalda desnuda, sudor envolvía cada fragmento de su cuerpo. Apretó tan duro que comenzó a gritar de desesperación, dejando salir toda la rabia contenida, envuelto en un abismo circular que lo aislaba del resto del mundo. La realidad comenzó a temblar y su imagen comenzó a desfasarse. Mareado, apretó aún más, apretó hasta que el líquido carmín en sus manos era ya seco, hasta que el sudor estuvo ya frío, hasta que su garganta no podía emitir más sonido.

Exhausto, temblando de pies a cabeza, apenas sosteniéndose en pie, se miró de nuevo en el espejo. Ahí, desnudo, lleno de distintos fluidos, expuesto, visceral, lleno de dolor y resentimiento, se esbozó a sí mismo una ligera sonrisa. Entonces apretó más, y más, hasta que su corazón se convirtió en una piedra. El dolor era un aullido insoportable que le atravesaba el cuerpo y le taladraba la cabeza, le sangraba la nariz del esfuerzo, se le astillaban los huesos, le helaba un metálico ardor en el pecho, pero seguía ahí, de pie, gritando, apretando, llorando, gimiendo, sudando, doliendo. Por una fracción que pareció infinita, el dolor era lo único que conocía. Cada célula, cada trazo, cada vello le punzaba, palpitaban frenéticamente como ese músculo obsoleto en sus manos. Y, entonces, cuando la fuerza le fue abandonando el brazo, cuando ya no pudo apretar más, estalló una luz incandescente entre sus dedos.



Tumbado, agonizando y apenas respirando, su cuerpo es un nudo débil y contracturado, sus venas son aleteos de colibrí oscilando entre el frío y el calor. Derrotado, con una mano en sus genitales y la otra extendida en un brazo lánguido frente a su rostro, observó un cristal descender lentamente sobre su palma y sintió un suave destello cobijarle entero proveniente del objeto. Se miró rendido en el reflejo del diamante… y se esbozó una sonrisa. Finalmente había muerto.

*Pintura de rotuladores con pasteles por Carlos Don (Atl), derechos reservados.

05/03/2015